Han pasado ya algunas décadas desde que la Organización Mundial de la Salud (1986) planteara un modelo alternativo al modelo biomédico para definir la salud, sustituyéndolo por un modelo biopsicosocial, que definía la salud como «Un completo estado de bienestar físico, mental y social» y no únicamente como «la ausencia de enfermedad». El problema de esta ampliación era explicar en qué consistía exactamente el bienestar de las personas. Así, los esfuerzos por comprender y describir el bienestar han sido notorios. Las aproximaciones científicas al estudio del bienestar proceden de dos orientaciones filosóficas: la orientación hedonista, representada en la psicología actual por el concepto de bienestar subjetivo, y la orientación eudaimónica, representada por el concepto de bienestar psicológicoDe esta manera, el estudio del bienestar subjetivo se ha centrado en el balance afectivo entre la frecuencia de experiencias positivas y la satisfacción con la vida, y el estudio del bienestar psicológico se ha centrado más en el desarrollo de las capacidades y el crecimiento personal.

Uno de los primeros estudios sobre el bienestar fue el trabajo de la psicóloga Marie Jahoda (1958). Modelos posteriores inspirados en esta teoría, intentaron delimitar el concepto de bienestar, mostrando claros puntos de convergencia entre sus formulaciones. Así, la teoría de la autodeterminación de Ryan y Deci (2000) sostiene que el bienestar psicológico implicaría la satisfacción de tres necesidades básicas: autonomía, competencia, y un sistema de valores y metas coherentes entre sí y con las propias ideas. La satisfacción de dichas necesidades daría lugar tanto al bienestar subjetivo (satisfacción con la vida y afecto positivo) como al bienestar psicológico (desarrollo del potencial humano), cerrando así la posible divergencia entre las diferentes teorías.

MIDIENDO EL BIENESTAR EMOCIONAL 

Sobre la evaluación del bienestar se han desarrollado diferentes instrumentos, centrados en constructos variados pero relacionados entre sí, como el bienestar subjetivo, el bienestar psicológico, la calidad de vida, la satisfacción vital, etc. Prueba de ello son las escalas de Bienestar Psicológico de Ryff (1995), la escala de Satisfacción con la vida de Diener et al. (1985), la escala de Bienestar Personal de Fierro y Rando (2007), el Índice de Bienestar Personal de Cummins, et al. (2003), la escala de Bienestar Subjetivo (EBS-20 y EBS-8) de Calleja y Masón (2019), o la escala de Bienestar Mental de Warwick-Edimburgo (2007) que recoge los últimos avances en medidas psicológicas de acuerdo a la definición de salud de la OMS. La mayoría de estas escalas se desarrollaron con fines de investigación. Pueden aplicarse conjuntamente a otro tipo de instrumentos que miden componentes emocionales, como las escalas de Afecto Positivo y Negativo (PANAS) de Watson et al. (1988). Otras pueden adquirirse directamente, como la Escala de Bienestar Psicológico, de Sánchez Cánovas (2021).

EMOCIONES Y REPERCUSIONES

En los últimos años se han desarrollado numerosas investigaciones sobre el estudio del bienestar y otros conceptos afines, como la felicidad, o la calidad de vida, que han hecho posible una mayor profundización y ampliación de su marco conceptual, subrayando en los resultados de todos estos trabajos el impacto de las emociones en la salud física y mental. Tal es el caso de disciplinas como la neurociencia afectiva, la psiconeroinmunología, la psicología positiva, la inteligencia emocional, la psicología cognitiva, o la investigación de trastornos mentales. Algunos estudios de psicología de la salud han encontrado que una alta emocionalidad negativa favorece el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, artritis, diabetes, osteoporosis, alzheimer, y algunos tipos de cáncer. También se ha encontrado que las personas con altos niveles de estrés, o depresión son más vulnerables al desarrollo de infecciones. Otros estudios han mostrado que la emocionalidad positiva reduce el riesgo de infarto, y puede incrementar la esperanza de vida. En esta línea de investigación, la psicología positiva ha aportado grandes avances al estudio del bienestar centrado fundamentalmente en las emociones positivas, y en algunas fortalezas humanas, como el optimismo, la gratitud, la honestidad, o la valentía, entre otras, demostrando de un modo bastante claro que experimentar emociones positivas y saber expresarlas puede tener un papel muy importante en la esperanza de vida. Así, diferentes estudios han señalado que las emociones positivas como el optimismo tienen un efecto amortiguador del estrés y la reactividad cardiovascular. Quede claro que el optimismo que defiende la psicología positiva no tiene nada que ver con el extendido movimiento americano de «pensamiento positivo» del siglo pasado que defendía que si pensamos en positivo las cosas saldrán bien, etc. El optimismo inteligente (Avia y Vázquez, 1998) defiende una actitud optimista a sabiendas de que las cosas no están totalmente bajo nuestro control y ante algunas circunstancias es mejor ser prudente.

En cuanto a la inteligencia emocional, y sus efectos positivos sobre el bienestar, diferentes estudios indican que las personas con más inteligencia emocional tienden a mostrar menor sintomatología depresiva, menor nivel de ansiedad, llevan a cabo conductas más saludables, muestran mayor ajuste social y son menos conflictivas. Estos hallazgos son muy importantes, pues la capacidad para regular las emociones tiene una relevancia crucial para los aspectos asociados al bienestar y la felicidad. Es decir, las personas con más inteligencia emocional muestran mayores niveles de satisfacción con su vida personal y social (Fernández-Berrocal, Extremera y Ramos 2009).

Al mismo tiempo, las investigaciones sobre trastornos mentales señalan que existe una mayor vulnerabilidad al desarrollo de desórdenes emocionales cuando se padecen niveles muy altos de ansiedad, irritabilidad y tristeza-depresión (Cano-Vindel y Dongil, 2017). El estrés está asociado al desarrollo de emociones negativas, disminución del estado de ánimo, enfermedad coronaria y cáncer.

Igualmente, desde la psicología cognitiva se sabe que cuando las personas llevan mucho tiempo sometidas a fuertes niveles de ansiedad y estrés, es más probable que puedan desarrollar distorsiones o sesgos cognitivos (errores a la hora de interpretar la realidad), así como dificultades en la regulación de sus emociones (evitación de situaciones temidas, intentos de suprimir pensamientos angustiantes, rumiaciones obsesivas…), observándose contenidos cognitivos disfuncionales frecuentes, como valoraciones excesivamente negativas de cualquier evento, anticipación de resultados no deseados, magnificación de consecuencias, importancia desproporcionada concedida a los problemas o dificultades, excesivo tiempo dedicado a pensar en amenazas, etc., generando cada vez mayor activación fisiológica, temor, ansiedad, emocionalidad negativa y cronificación o desarrollo de trastornos.

EL (IMPORTANTE) PAPEL DE LAS EMOCIONES NEGATIVAS

A la luz de los datos disponibles, la evidencia empírica sobre la relación entre las emociones y la salud física y mental queda fuera de toda duda. La investigación sobre las bases del bienestar comienza a hacerse inabarcable. Pese a todo ello, hacen falta todavía muchos estudios controlados que contrasten de un modo definitivo el papel de las emociones positivas en el bienestar y en la esperanza de vida, aunque sin duda existen datos que parecen indicar que las emociones positivas tienen un papel realmente importante en nuestras vidas. Ahora bien, el bienestar y el malestar psicológico están determinados por el tipo de emociones que experimentamos en cada momento. Estar relajado, alegre y con buen estado de ánimo es bueno para nuestro bienestar. Por el contrario, no es agradable el malestar psicológico producido por emociones negativas como la ira, la ansiedad, la tristeza, el miedo, o la culpa, aunque son imprescindibles, pues cumplen funciones importantes. Por ejemplo, el miedo nos ayuda a evitar peligros, a ser cautelosos, a protegernos, o a reaccionar huyendo, luchando o quedando paralizados. La culpa nos ayuda a cumplir principios éticos, a tomar conciencia del mal ocasionado, pedir disculpas y reparar el daño. El enfado, nos ayuda a reaccionar con cierta determinación, transmitiendo al otro que nos ha hecho daño, o que ha desatendido nuestros intereses, o nos ha ignorado, y nos sentimos molestos y esperamos una rectificación. Sería un error grave no enfadarse nunca para evitar el malestar que produce expresar lo que nos ha molestado, o considerar que somos rencorosos, intolerantes, poco compasivos o vulnerables porque nos hemos enojado.

Lo mismo cabe decir de otras emociones negativas. No es adaptativo no preocuparnos por nada, por ningún problema, o pensar que estamos enfermos si nos preocupamos y sentimos ansiedad. Tampoco sería adaptativo no entristecernos ante las pérdidas, o considerar que somos débiles si nos sentimos tristes por una ruptura o la muerte de un ser querido. Del mismo modo, la ansiedad es una emoción necesaria, adaptativa, que nos activa cuando tenemos que afrontar situaciones que percibimos como amenazantes y anticipamos que puede haber un resultado negativo. El problema surge cuando nos activamos en exceso, cuando mantenemos una alerta permanente o cuando nos asusta nuestra propia ansiedad y se retroalimenta. De modo que tanto las emociones positivas como las negativas son esenciales para nuestro bienestar porque nos ayudan a adaptarnos y sobrevivir.

HABILIDADES Y ESTRATEGIAS DE REGULACIÓN EMOCIONAL

Para mejorar nuestro bienestar emocional, debemos intentar seguir las recomendaciones basadas en la evidencia científica propuestas desde diferentes ámbitos de la psicología científica. La inteligencia emocional señala la importancia de aprender a percibir, comprender, asimilar y regular las emociones, y contempla cuatro habilidades emocionalmente inteligentes que pueden aumentar nuestro bienestar: (1) ser capaces de identificar y expresar nuestros sentimientos; (2) saber cómo influyen las emociones sobre nuestros pensamientos y nuestra forma de procesar la información; (3) dar sentido a lo que estemos sintiendo en un momento determinado, siendo capaces de comprender dichos sentimientos asociados a una determinada situación o experiencia concreta; (4) ser capaces de regular nuestras emociones y acciones de forma eficaz, manteniendo un equilibrio en nuestros impulsos y emociones.

Las estrategias de regulación emocional más importantes son seis; tres que aumentan los síntomas de ansiedad y depresión (evitación, rumiación y supresión) y tres que los reducen (aceptación, reevaluación y solución de problemas). Con frecuencia, muchas personas al sentirse mal utilizan estrategias de regulación emocional equivocadas. La rumiación consiste en dar vueltas y vueltas al problema, focalizando la atención sobre el propio estado emocional, las preocupaciones y otros problemas, generando así cada vez más ansiedad, más preocupación, y caída del estado de ánimo. La evitación pretende eludir el afrontamiento activo de situaciones o problemas que se deben atender, con el fin de disminuir el malestar, pero a costa de dar aún más importancia a la amenaza, con lo que se refuerza la ansiedad. La supresión supone un intento de reprimir, negar o anular pensamientos o estados emocionales desagradables, buscando el control perfecto del bienestar, entrando así en un bucle que intensifica el malestar porque producen un aumento de los pensamientos que se pretenden eludir, etc.

Entre las estrategias de regulación emocional adaptativas, que consiguen reducir el malestar e incluso generar emociones agradables, la primera de ellas es la aceptación. Consiste en admitir las emociones negativas y el malestar que producen, dando sentido a lo que estamos sintiendo y comprendiendo su significado, lo que ayudará a una mejor adaptación. La siguiente, la reinterpretación del malestar psicológico, nos puede llevar a entender mejor las distorsiones cognitivas que estamos desarrollando sobre el problema y que conducen a una excesiva reacción emocional negativa que produce un gran malestar. Esto nos puede permitir, al menos en parte, entender el problema de una manera menos emocional y centrarnos en otras actividades, que requerirán nuestra atención, llegando así a un estado emocional más neutro o incluso positivo. Finalmente la solución de problemas nos lleva a poner en marcha nuestras funciones ejecutivas, por ejemplo, planificar la acción futura o tomar decisiones para resolver los problemas que van apareciendo, ayudándonos a manejar mejor los problemas y las emociones. La vida tiene momentos buenos, neutros y malos, dependiendo de los avatares, las situaciones que vivimos y las emociones que se generen. No se puede aspirar a que en la vida desaparezcan el esfuerzo, el trabajo, o los problemas. Tenemos que adaptarnos a la vida.

LA REESTRUCTURACIÓN COGNITIVA: DE LA AMENAZA AL DESAFÍO

El enfoque cognitivo de la emoción resalta la importancia que tienen determinados procesos cognitivos, como la valoración o la atención y cómo influyen en nuestro estado de ánimo y en nuestras reacciones emocionales. Por ejemplo, las personas con altos niveles de ansiedad, valoran de manera exagerada las amenazas que pueda conllevar una determinada situación y tienden a cometer cuatro tipos de errores interpretativos cuando se encuentran ante situaciones que perciben como amenazantes: (1) sobrevaloran la probabilidad de que suceda lo que temen; (2) sobrevaloran la severidad del evento, cuando suceda; (3) infravaloran los propios recursos para afrontar el problema; (4) infravaloran la posibilidad de recibir ayuda para paliar las dificultades. Es decir, tienden a pensar: «Seguro que sucede, será terrible, no podré hacer nada, nadie me ayudará». En cambio, otras personas, reevalúan los problemas intentando sustituir la valoración de amenaza por la valoración de desafío, lo que les permite manejar mejor su ansiedad y malestar. Las técnicas de reestructuración cognitiva basadas en la evidencia científica ayudan a las personas a detectar sus pensamientos distorsionados y a reinterpretarlos de una manera más realista, lo que disminuye la ansiedad.

APRENDIZAJE EMOCIONAL DO IT YOURSELF 

El estudio del bienestar ha permitido crear un conjunto de conocimientos basados en el rigor científico que pueden aplicarse en diversos ámbitos (individual, familiar, educativo, sanitario, social, laboral, ambiental, etc.) con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas. El interés por conocer qué son las emociones, para qué sirven, qué función cumplen en nuestras vidas, ha hecho posible reunir una serie de conocimientos prácticos que pueden entrenarse y aprenderse. Este aprendizaje consiste en adquirir información y desarrollar habilidades que permiten reducir el estrés, la ansiedad, y en general la emocionalidad negativa. La adquisición de estas habilidades se puede abordar desde distintos enfoques como la psicología positiva, la inteligencia emocional o la psicología clínica, pero todas ellas se basan en el aprendizaje emocional. Los estudios realizados hasta el momento han mostrado evidencia sobre la validez de todos estos procedimientos para aprender a mejorar el bienestar emocional desde un enfoque integral, entendiendo salud como la define la OMS (completo estado de bienestar físico, mental y social). La web del Ministerio de Sanidad: https://bemocion.sanidad.gob.es/ contiene información sobre este tipo de técnicas y procedimientos para regular las emociones, promover la salud, y prevenir desórdenes emocionales. No obstante, debe tenerse en cuenta que algunas técnicas deben ser aplicadas por profesionales especializados. Al buscar un profesional cualificado, puede ser de gran ayuda el asesoramiento de un colegio profesional de psicología o de una sociedad científica, con el fin de evitar los problemas derivados del intrusismo o de personas sin formación académica y profesional que ofrecen sus servicios.

La glucosa es el combustible más importante que tenemos para nuestro cuerpo.

Porque de ella extraemos la energía que necesitamos para movernos, pensar o que el corazón lata. Es fundamental para nuestras funciones vitales.

Pero si ese nivel de glucosa (o azúcar) en la sangre no es el adecuado, esto puede traernos serios problemas de salud.

La diabetes es una enfermedad metabólica crónica caracterizada por niveles elevados de glucosa en sangre, que con el tiempo conduce a daños graves en el corazón, los vasos sanguíneos, los ojos, los riñones y los nervios.

La más común es la diabetes tipo 2, generalmente en adultos, que ocurre cuando el cuerpo se vuelve resistente a la insulina o no produce suficiente insulina.

Se estima que 62 millones de personas en todo el continente americano viven con diabetes tipo 2, señala la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Este número se triplicó en la región desde 1980 y se estima que alcanzará la marca de 109 millones para 2040, según el Diabetes Atlas.

La prevalencia de la enfermedad aumentó más rápidamente en los países de ingresos bajos y medianos que en los países de ingresos altos.

¿Por que hay que mantener los niveles de azúcar en la sangre regulados?

Uno pensaría que si comes azúcar, la glucosa en sangre sube, aunque esto no es así.

Tenemos un complejo enzimático desregulador hormonal que hace que la glucosa se mantenga en los niveles ideales durante las 24 horas del día.

Pero es importante mantenerla regulada. Es decir, que ni suba mucho ni que baje en exceso. Ese es el problema que suelen tener los pacientes con diabetes.

Si uno tiene la glucosa muy alta en períodos largos, esta produce tóxicos en el cuerpo que con en el tiempo dañan el organismo. Por ejemplo, los pequeños y grandes vasos sanguíneos.

Un paciente con diabetes con hiperglucemias crónicas puede llegar a perder, por ejemplo, la función de los ojos y los riñones, y podría incluso llegar a ser amputado. Son las complicaciones crónicas de la diabetes.

En la diabetes contamos con los puntos de corte para conocer los niveles saludables de glucosa.

Por ejemplo, se sabe que en un ayuno - durante un periodo de seis a ocho horas- debemos tener la glucosa en alrededor de 100 o menos.

Y después de comer, no debe superar los 140. Si pasa esas marca, hay algún problema.

¿Existen alimentos que ayudan a regular el nivel de azúcar en la sangre?

Existe un patrón de alimentación saludable. Hay alimentos que ayudan a que la glucosa esté regulada y otros que, por el contrario, evitan que se regule.

El patrón de comida saludable tiene tres componentes fundamentales:

1. Consumir frutas y verduras.

2. Suprimir los alimentos concentrados en azúcar.

3. Disminuir los alimentos que contienen mucha grasa saturada y reemplazarlos con los que contienen grasas monoinsaturadas.

 

Y si el nivel de azúcar en sangre es muy bajo, eso puede llevar a la muerte del paciente en cuestión de segundos.

Entonces no es bueno ni tenerla muy alta ni tenerla muy baja.

Los alimentos que podemos consumir que regulan muy bien la glucosa son los ricos en fibra, como el salvado de trigo. Además, hay que consumir mucho líquido.

Esta es la hoja de ruta.

¿Cuáles son esas las frutas y verduras y cuánto deberíamos comer?

Come cuánta verdura puedas. Nosotros nunca abusamos de las verduras.

Sin embargo, de la fruta sí abusamos. Y esto ocurre especialmente en América Latina porque la región es rica en árboles frutales.

La fruta hay que comerla en porciones. La recomendación al paciente es la fórmula 3-2: dos porciones de fruta al día y tres porciones de verdura. O al revés: tres de fruta y dos de verdura.

Generalmente, como está construida nuestra alimentación en América Latina, en el desayuno incluimos fruta. A media mañana, comemos fruta. Y a media tarde, volvemos a comer fruta.

Mientras que las verduras estarían ubicadas en el almuerzo y la cena.

El secreto está en comer verduras de tres colores diferentes en la porción porque así se está nutriendo al cuerpo de un complejo de vitaminas, minerales o microelementos que traen esos alimentos.

Uno a veces es monotemático y se pone a comer banano (o banana), banano y banano. Es la fruta más elegida por el latino. Pero el banano justamente tiene una cantidad de azúcar mayor que las demás frutas.

La mayor parte de las frutas son al 10% de glucosa. Es decir, que en 100 gramos de una fruta, 10% de ella es glucosa. Hay otras que son al 20%, como el banano. Y hay otras que son al 5% como la mandarina.

Si uno come cuatro mandarinas es como si se comiera un banano en proporción de azúcar.

¿Cuáles son los alimentos que concentran mucho azúcar?

En muchas partes se desayuna café con leche y se le agrega azúcar. Hay que eliminar ese azúcar que sumamos.

Cuando el paciente te dice: "¡Ah! Pero el café es tan amargo", entonces recomiendo un reemplazo: el edulcorante.

Ese edulcorante puede ser calórico o no calórico. Usar un edulcorante calórico implica que la glucosa se le va a subir. Por lo tanto, se recomienda un edulcorante no calórico.

Sin embargo, la evidencia muestra que los edulcorantes no calóricos deterioran la flora gastrointestinal. Y esto tiene tres impactos importantes en el cuerpo.

La flora intestinal sirve para la inmunidad del cuerpo, para regular el peso corporal y para favorecer la producción de neurotransmisores que están asociados a la felicidad, para que uno se sienta bien.

Como les digo a mis estudiantes, muchos permanecen gordos, tristes y con gripa. ¿Por qué? Porque no tienen bacterias, porque las eliminan con el edulcorante no calórico.

Muchas de las gaseosas son endulzadas con edulcorantes no calóricos que destrozan nuestra flora gastrointestinal.

También está el alto consumo de líquidos azucarados, como los jugos.

Hay un ejemplo clásico para esto: ¿qué es más dulce: una fresa o una papa? Todos responden una fresa.

Pero ¿cuál de las dos tiene más azúcar? 100 gramos de fresa tienen 5% de azúcar. Y 100 gramos de papas, o una papa grande, tienen un 20% azúcar.

Si uno hace un jugo, hace que el azúcar de la fresa sea soluble, por lo que uno lo absorbe con mayor rapidez. Entonces, a la fresa es mejor comerla entera.

Mientras que si uno se come la papa cocida completa se va a demorar un tiempo para digerirla, por lo que el azúcar de la sangre no va a subir tan rápidamente.

Existe lo que yo llamo higiene de los hábitos de la alimentación. Esto es comer acompañado, a sus horas, sentado y con la cantidad de masticación que se necesita. Si yo mastico la papa, a los 15 minutos llegan señales de saciedad al cerebro.

¿Y cuáles son las grasas saturadas?

Hay que disminuir la grasa saturadas y aumentar la grasa monoinsaturadas.

Para esto hay que utilizar aceite oliva.

En los países del cono sur se consume mucho, pero en otras regiones de América Latina no.

En vez de estar consumiendo aceite de oliva, están usando el tejido celular subcutáneo del cerdo o del pollo. Es decir, derretir su piel. En muchas regiones se le llama manteca (no hay que confundir con la mantequilla).

Eso es grasa saturada. Toda grasa que es sólida a temperatura ambiente tiene mucho componente de ácido graso saturado.

Y esto en mucha concentración en nuestra sangre hace que la insulina no funcione bien.

Si la insulina no funciona bien, se aumenta el nivel de azúcar en la sangre automáticamente.

Por el contrario, alrededor de 20 mililitros de aceite de oliva al día es un consumo de grasa ideal. Esa grasa hace que tu vida funciona mejor. Y por lo tanto, el nivel de glucosa se reduce.

¿Qué debería comer y qué no un diabético?

Debería comer más frutas y verduras, y menos alimentos concentrados en azúcar, evitar los líquidos azucarados y consumir grasa positiva como la que está en el aceite de oliva.

También esa grasa está en los frutos secos y en los pescados de aguas marinas frías y profundas.

Pero, además de la alimentación, es fundamental caminar, caminar y caminar.

Si haces ejercicio, montas bicicleta, patines, nadas, está muy bien. Pero por lo menos camina más de 7.000 pasos al día.

Hay que abandonar las horas de estar sentado. Lo que lo mata a uno es la silla. Es un enemigo silencioso.

Si pasas 8 horas del día sentado, empieza a reducir eso a la mitad o a la tercera parte. Puedes empezar a trabajar parado o caminando y tratar de moverte. Eso es algo que uno puede implementar.

Todo este complejo plan nutricional tiene que ir acompañado de la actividad física y eso hará que te sientas muchísimo mejor.

¿Y la copa de vino es mala para el nivel de glucosa en la sangre?

Tomar moderadamente impacta positivamente en el sistema cardiovascular. Si uno toma una copa de vino al día no hace daño. Al contrario, hace bien.

El vino tiene una gran cantidad de químicos que alteran la salud positivamente.

El problema está en que la mayor parte de los latinoamericanos no consumimos el vino como en el sur de América Latina, donde se toma una o dos copas al día con las comidas.

Lo malo es el acumulado. Por ejemplo, si el sábado uno se toma todas las copas de vino de la semana juntas.

Entonces no se recomienda tomar alcohol.

Pero el paciente con diabetes que se perjudica si toma vino es aquel que tiene una dislipidemia de tipo hipertrigliceridemia.

Porque el alcohol en el hígado favorece la construcción de nuevos triglicéridos que, eventualmente, pueden perjudicar al paciente con diabetes.

¿Existe algún otro factor que nos ayude a regular nuestra glucosa?

Otra cosa muy importante son las horas de sueño. A veces el sueño alimenta más que la propia alimentación.

¿Cómo hacer para mejorar la calidad del sueño? Practicando actividad física todos los días.

Si sigues todos estos pasos ya veras que todo irá muy bien.

 

La Encuesta Stress in America 2022 realizada en Estados Unidos reveló que el 80% de los millennials están estresados por el dinero, los adolescentes reportaron un nivel de estrés de 5,8 sobre 10 durante el año escolar. El 26% de los participantes del estudio mostraron un aumento del estrés, la ansiedad y una gran tristeza desde la COVID-19. La información reveló que, entonces, casi todo el mundo experimenta niveles de estrés por una y otra causa.

Durante la etapa universitaria, nos enfocamos tanto en los estudios y tareas que, en ocasiones, solemos descuidar nuestra alimentación. Sin embargo, comer de manera saludable y a las horas indicadas es clave para mantener un buen rendimiento académico, así como mejorar nuestra capacidad de concentración y sentirnos con energía para cumplir nuestras actividades.

Dos talentos del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación brindan consejos prácticos para llevar una sana alimentación sin destinar mucho tiempo ni dinero, en base a sus conocimientos como estudiantes y profesionales de la carrera de nutrición.

Mayri Pinedo Quispe, quien cursa el octavo ciclo de la carrera de nutrición en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) tras ser ganadora de Beca 18-2019, recuerda que una buena alimentación también nos ayudará a que evitemos ser víctimas de enfermedades, como la diabetes, la hipertensión arterial, la obesidad y el sobrepeso, que afectan, sobre todo, a la población adulta. 
 
Por su parte, José Luis Huacre Cubas, egresado de la carrera de nutrición por la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), enfatiza en que si llevamos una alimentación sana, también tendremos una mente saludable.
“La vida universitaria requiere de estar en buen estado físico y mental, porque estamos en aprendizaje diario, con exámenes, exposiciones. Una buena alimentación es la condición máxima del estudiante universitario”, agrega el también ganador de la Beca Excelencia Académica 2014 del Pronabec.
 
Los dos talentos ofrecen seis consejos para llevar una buena alimentación durante la etapa universitaria:
-Come, como mínimo, cinco veces al día. El desayuno es la comida más importante del día. La avena, quinua o maca son bebidas sencillas de preparar, por lo que son ideales para la etapa universitaria.
Se pueden acompañar de un pan con alguna proteína, como el pollo, queso o huevo, o grasas naturales, como la palta. 
Sin embargo, no debemos descuidar el almuerzo y la cena, que deben ser ricos en carbohidratos, proteínas y verduras.  
También es recomendable consumir dos meriendas, entre cada alimento principal, lo que significa el consumo de un mínimo de cinco comidas al día. 
-Las frutas son tus mejores aliadas. Teniendo en cuenta que en la universidad disponemos de poco tiempo, las frutas son el alimento más adecuado y nutritivo, que podemos consumir entre clase y clase o cada vez que nos apetezca. 
Recuerda, además, que, de acuerdo a las temporadas, hay frutas que serán más económicas que otras. También podemos incluir los frutos secos, como pecanas o nueces, que son fuentes de energía y ayudan a mejorar la concentración. 
-Evita los alimentos ultraprocesados. Pese a que, como ya hemos indicado, las frutas son nutritivas y fáciles de consumir, a veces, cuando tenemos hambre o sed, no las consumimos y preferimos comprar una golosina o una gaseosa.
Sin embargo, hay que estar muy atentos a los octógonos que figuran en la envoltura de estos productos, porque estos nos alertan de que el contenido puede ser elevado en azúcar, sodio o grasas, lo que es dañino para nuestra salud.
-Bebe mucha agua. La regla de tomar dos litros (o un equivalente de ocho vasos) de agua al día es clave para nuestra etapa universitaria porque nos ayuda a mantenernos hidratados. 
Recuerda siempre beber agua antes ir a tus clases y llevar un tomatodo o termo con este elemento vital para ir tomándola en el día.
-No ingieras nada en exceso. Durante la universidad, solemos tomar bebidas energizantes o café para mantenernos activos; sin embargo, todo en exceso es dañino. 
Ante ello, existen otras alternativas que pueden ayudarnos a mantenernos con energía, como los frutos secos o las proteínas.
-Planifícate. La manera más práctica de que puedas llevar una alimentación saludable es que planifiques tu dieta semanal, o incluso mensual.
Por ejemplo, con los consejos que te hemos brindado, puedes realizar una lista de los alimentos que deseas comprar, de tal manera que no gastes luego en golosinas cuando tengas hambre, porque eso no aportará a tu salud.

La bronquiolitis está haciendo colapsar las urgencias pediátricas y la atención primaria. Esto ha provocado que la Agencia Europea del Medicamento (AEM) apruebe el nuevo medicamento para prevenir el virus respiratorio sincitial (VRS) que tanto está afectando a los niños más pequeños, especialmente aquellos menores de 1 año. Este fármaco se conoce con el nombre de Beyfortus y se basa en el anticuerpo monoclonal 'nirsevimab'. Con una sola inyección es capaz de evitar que los niños lleguen a contagiarse. Un solo pinchazo puede tener un efecto de unos 5 meses.

"Estamos en periodo de subida. Es la primera causa de hospitalización de niños por debajo de 1 año", ha advertido María Jesús Cabero, jefa de Pediatría del Hospital de Valdecilla. Las UCIs pediátricas se encuentran al límite y diversos centros médicos están reestructurando sus plantas y las salas de hospitalización.

Se trata de una situación nueva, ya que en los años anteriores con las medidas del COVID-19, los niños no estaban tan expuestos. "El año pasado casi no vimos a niños con bronquiolitis", ha afirmado Mercedes de la Torre, jefa de Urgencias del Hospital Niño Jesús de Madrid. Es por este motivo que "hasta la fecha no teníamos ninguna alternativa de prevención", ha añadido. De aquí, ha surgido la necesidad de aprobar este nuevo medicamento.

Preocupación entre las familias

El mayor peligro lo tienen los más pequeños y esto preocupa a los padres. El nuevo medicamento da esperanzas a la situación porque "podría evitar 3 de cada 4 casos que necesitan atención médica y 7 u 8 de cada 10 casos que necesitan hospitalización", ha detallado Federico Martiñón, pediatra e investigador del Hospital Santiago Compostela. Además, ya están en desarrollo más vacunas y anticuerpos monoclonales.

De momento, los expertos avisan a los padres que estén atentos a los síntomas de los menores para actuar con rapidez y que también tomen distintas medidas de protección en caso de contagio.

 

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